Las galletas también caminan
“El señor de saco azul”
Algunos se cortan con vidrios, mientras otros pocos se cortan con el popo de un perro.
Por: Luisa Fernanda López Monsalve.
Señor “métale la chancleta” a este bus, grita el hombre de bigote negro, camisa blanca, saco azul y gafas de marco café; golpeando fuerte mente el vidrio en señal de desespero, mientras unos pocos pasajeros lo siguen gritando “si, si, si “. Pero, mientras el alboroto continua, en la mente de Ana sigue rondando la expresión dicha por el señor de saco azul “métale la chancleta”, ¿cómo podrá un señor meterle la chancleta al bus?, piensa Ana; que manera más particular para referirse al afán que lleva el señor de saco azul. Acaso, no podría ser más sencillo pedirle al señor conductor del bus que por favor conduzca un poco más rápido, a que le “meta la chancleta”.
Ana continua en su viaje por el centro de la ciudad, en un bus con un letrero que dice: Muzu, Centro, Germania, Cll 3, Santa Isabel.; sus ojos un tanto cansados, se disponen a reposar un poco, mientras su cabeza empieza de adelante hacia atrás, hasta que encuentra un punto estable: el vidrio. Su mente se esparce un poco, mientras se ocupa de escuchar un fondo de palabras, la conversación que llevan los muchachos de la parte trasera del bus disipan un poco su sueño.
“Parce, mire esa galletita que está ahí parada” dice uno de los muchachos, mientras el otro le responde “ayyyy que se parta esa galleta Waffer”, Ana un poco desconcertada, levanta la cabeza, y con sus ojos un tanto perdidos, trata de fijar el punto al que los muchachos llamaron ”galleta Waffer”, al momento de encontrarlo se da cuenta que tan solo es un hombre, con una camiseta ajustada al cuerpo, con gafas de sol, un jean apretado y unos zapatos muy coloridos; lo que comúnmente llamamos como gay para los jóvenes es una “galleta Waffer”. ¿Qué parecido le podrán encontrar a un galleta waffer y a un gay?, se pregunta Ana, dejando esta pregunta en el aire, como burbuja de agua y jabón, para quien la quiera totear.
Sus ojos juegan a abrirse y cerrarse rápidamente, mientras sus manos toman la bolsa blanca de manijas verdes para que no caiga al suelo, de repente un ruido la despierta rápidamente, su mente aun no se familiariza con ese sonido, “señorita le está sonando el celular” le dice muy amablemente su compañero de puesto, Ana le sonríe y saca ligeramente el celular; en la pantalla aparece: mami llamando, muy presurosa contesta, no olvides el punto de encuentro, le dice su mamá.
Mira hacia la ventana, y ve un letrero de letras verdes que dice Carulla, en ese momento recuerda que es aquel Carulla de letras verdes el punto de encuentro con su Mamá, “me timbra por favor” grita Ana por el bus, mientras toma en su mano derecha la bolsa blanca de manijas verdes y en su mano izquierda su maleta azul.
Por fin, después de un largo paseo en bus, se encuentra con su mamá; mientras Ana la toma de la mano su mamá le grita “Ana cuidado te quemas”, desconcertada Ana mira para todos lados sin encontrar algo que la llegase a quemar, su madre le dice: mira al suelo, Y Ana tan solo ve el popo de un perrito, mira a su mamá y le pregunta ¿con esto me iba a quemar?, su madre un poco agitada responde: ¡claro que sí!, y como dice tu tío Pablo te hubieras podido hasta “cortar”. Ana continua caminando de la mano con su mamá y en su mente aun sigue rondando el popo del perro y la expresión de su madre, ¿cómo podrá cortar o quemar el popo de un perro? se pregunta Ana sin encontrar respuesta.
Tan solo se da cuenta que su mamá no quiere que “se queme o corte con el popo del perro”, los jóvenes ya no se quieren comer las galletas Waffer por que las ven caminando por la calle y que el señor de saco azul aun espera que el señor conductor le “meta la chancleta” al bus.
“El señor de saco azul”
Algunos se cortan con vidrios, mientras otros pocos se cortan con el popo de un perro.
Por: Luisa Fernanda López Monsalve.
Señor “métale la chancleta” a este bus, grita el hombre de bigote negro, camisa blanca, saco azul y gafas de marco café; golpeando fuerte mente el vidrio en señal de desespero, mientras unos pocos pasajeros lo siguen gritando “si, si, si “. Pero, mientras el alboroto continua, en la mente de Ana sigue rondando la expresión dicha por el señor de saco azul “métale la chancleta”, ¿cómo podrá un señor meterle la chancleta al bus?, piensa Ana; que manera más particular para referirse al afán que lleva el señor de saco azul. Acaso, no podría ser más sencillo pedirle al señor conductor del bus que por favor conduzca un poco más rápido, a que le “meta la chancleta”.
Ana continua en su viaje por el centro de la ciudad, en un bus con un letrero que dice: Muzu, Centro, Germania, Cll 3, Santa Isabel.; sus ojos un tanto cansados, se disponen a reposar un poco, mientras su cabeza empieza de adelante hacia atrás, hasta que encuentra un punto estable: el vidrio. Su mente se esparce un poco, mientras se ocupa de escuchar un fondo de palabras, la conversación que llevan los muchachos de la parte trasera del bus disipan un poco su sueño.
“Parce, mire esa galletita que está ahí parada” dice uno de los muchachos, mientras el otro le responde “ayyyy que se parta esa galleta Waffer”, Ana un poco desconcertada, levanta la cabeza, y con sus ojos un tanto perdidos, trata de fijar el punto al que los muchachos llamaron ”galleta Waffer”, al momento de encontrarlo se da cuenta que tan solo es un hombre, con una camiseta ajustada al cuerpo, con gafas de sol, un jean apretado y unos zapatos muy coloridos; lo que comúnmente llamamos como gay para los jóvenes es una “galleta Waffer”. ¿Qué parecido le podrán encontrar a un galleta waffer y a un gay?, se pregunta Ana, dejando esta pregunta en el aire, como burbuja de agua y jabón, para quien la quiera totear.
Sus ojos juegan a abrirse y cerrarse rápidamente, mientras sus manos toman la bolsa blanca de manijas verdes para que no caiga al suelo, de repente un ruido la despierta rápidamente, su mente aun no se familiariza con ese sonido, “señorita le está sonando el celular” le dice muy amablemente su compañero de puesto, Ana le sonríe y saca ligeramente el celular; en la pantalla aparece: mami llamando, muy presurosa contesta, no olvides el punto de encuentro, le dice su mamá.
Mira hacia la ventana, y ve un letrero de letras verdes que dice Carulla, en ese momento recuerda que es aquel Carulla de letras verdes el punto de encuentro con su Mamá, “me timbra por favor” grita Ana por el bus, mientras toma en su mano derecha la bolsa blanca de manijas verdes y en su mano izquierda su maleta azul.
Por fin, después de un largo paseo en bus, se encuentra con su mamá; mientras Ana la toma de la mano su mamá le grita “Ana cuidado te quemas”, desconcertada Ana mira para todos lados sin encontrar algo que la llegase a quemar, su madre le dice: mira al suelo, Y Ana tan solo ve el popo de un perrito, mira a su mamá y le pregunta ¿con esto me iba a quemar?, su madre un poco agitada responde: ¡claro que sí!, y como dice tu tío Pablo te hubieras podido hasta “cortar”. Ana continua caminando de la mano con su mamá y en su mente aun sigue rondando el popo del perro y la expresión de su madre, ¿cómo podrá cortar o quemar el popo de un perro? se pregunta Ana sin encontrar respuesta.
Tan solo se da cuenta que su mamá no quiere que “se queme o corte con el popo del perro”, los jóvenes ya no se quieren comer las galletas Waffer por que las ven caminando por la calle y que el señor de saco azul aun espera que el señor conductor le “meta la chancleta” al bus.
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